Reunión familiar: cómo conectar de verdad en tiempos de distracción

Una reunión familiar, un encuentro intencional entre miembros de una misma sangre o línea afectiva, donde se renuevan vínculos más allá de las redes sociales y los mensajes de texto. También conocida como encuentro doméstico, es el único espacio donde los abuelos aún cuentan historias sin que alguien las grabe para un reel, y donde los niños aprenden quiénes son antes de que los algoritmos les digan qué pensar. En Chile, donde el ritmo acelerado y el trabajo remoto han desdibujado muchas rutinas, una reunión familiar ya no es un lujo: es un acto de resistencia.

Estas reuniones no siempre son grandes fiestas. A veces son solo cinco personas alrededor de una mesa con empanadas, el televisor encendido con un partido de fútbol de fondo, y el silencio cómodo de quien sabe que no hay nada que demostrar. En las tradiciones familiares, prácticas repetidas con significado emocional, como la cena de Navidad con mote con huesillo o el paseo del domingo en el cerro. También conocida como costumbres de hogar, son los pilares invisibles que sostienen la identidad de una familia. Son esas cosas que no se programan en el calendario, pero que todos saben que deben pasar. Y cuando no pasan, se siente la ausencia como un hueco.

Las relaciones familiares, los lazos afectivos que se construyen con paciencia, errores y perdón, no se fortalecen con regalos, sino con presencia real. También conocida como vínculo emocional, es lo que queda cuando se apaga el celular y se deja de buscar la próxima noticia viral. En las historias que encontrarás aquí, verás cómo una reunión en La Florida terminó con una discusión sobre pensiones, cómo una cena en Valparaíso rescató a un hijo de la depresión, y cómo un abrazo en medio de un simulacro de sismo hizo que todos recordaran que, antes de ser ciudadanos, somos familia.

Lo que encontrarás abajo no son artículos sobre cómo organizar una reunión perfecta. Son relatos reales de familias chilenas que, en medio del caos, eligieron sentarse juntas. Algunas lo hicieron por costumbre. Otras, por desesperación. Todas, porque saben que lo demás puede esperar.