Insurgentes, personas que se levantan en contra de una autoridad establecida, ya sea política, social o económica. También conocidos como rebeldes, no son solo figuras históricas de guerras pasadas: hoy son quienes desafían sistemas que perciben como injustos, desde las calles de Santiago hasta las plazas de La Paz. No se trata de violencia por la violencia, sino de quienes pierden la paciencia con el silencio de las instituciones. En Chile, el término resuena fuerte después de los estallidos sociales de 2019, y sigue vivo en cada movilización por derechos, por agua, por vivienda o por una educación que no sea un privilegio.
Los movimientos sociales, organizaciones colectivas que buscan cambiar condiciones de vida o poder son el motor que da forma a los insurgentes. No nacen de la nada: surgen cuando la desigualdad se vuelve insostenible, cuando las promesas políticas se desvanecen, cuando el voto no basta. En Bolivia, las protestas de Quiroga y Paz antes del debate presidencial no fueron solo discursos: fueron actos de insurgencia civil, donde la gente exigió que se escuchara su voz. En Perú, la Generación Z que salió a la Plaza San Martín no pedía favores: exigía un sistema de pensiones que no los dejara en la calle. En Chile, cuando SENAPRED activa alertas por simulacros, no es solo por seguridad: es porque la gente ya no confía en que las autoridades actúen antes de que ocurra el desastre.
Las protestas sociales, acciones colectivas de rechazo a decisiones o políticas públicas son el lenguaje cotidiano de los insurgentes. No siempre son grandes marchas. A veces son vocales de mesa que aceptan el llamado del Servel aunque saben que podrían ser multados. A veces son mujeres emprendedoras que usan capas hechas con material reciclado del desierto de Atacama para decir: "esto es lo que queremos: sostenibilidad, no promesas vacías". A veces son árbitras como Katia Itzel García, que dirigen partidos mundiales y rompen techos de cristal sin pedir permiso. Son los que no se rinden, aunque el sistema les diga que no pueden.
Lo que une todos estos casos no es un ideario único, sino una misma pregunta: ¿hasta cuándo vamos a aceptar lo que nos toca? En las elecciones de 2025, en los tribunales de justicia, en los estadios, en las redes, en las calles: los insurgentes están ahí. No necesitan banderas ni líderes famosos. Solo necesitan que alguien les escuche. Y en esta colección de noticias, verás cómo esa voz se hace presente —en el fútbol, en la política, en la justicia, en la cultura— porque cuando la gente deja de tener miedo, todo cambia.
El presidente sirio Bashar Assad ha huido del país tras la entrada de insurgentes, encabezados por Hayat Tahrir al-Sham y el Ejército Nacional Sirio, en Damasco. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos ha informado de que Assad partió de Damasco a un lugar desconocido. Mientras tanto, el gobierno sirio ha afirmado estar dispuesto a transferir sus funciones a un gobierno de transición, en medio del dramático avance de las fuerzas opositoras.