Picantería política: lo que realmente pasa en los rincones del poder chileno

La picantería política, un espacio informal donde se tejemanejan acuerdos, presiones y alianzas que luego se traducen en decisiones oficiales. También conocida como la política de los pasillos, es donde se define lo que los discursos oficiales nunca dicen: quién le debe qué, quién se va a quedar, y quién se va a quedar sin nada. No es un término nuevo, pero en Chile, donde el poder se mueve entre los cuartos traseros de los partidos y las mesas de los bares de Santiago, se ha convertido en el verdadero sistema de gobierno.

La política chilena, un sistema donde las leyes se aprueban en el Congreso pero se negocian en las picanterías no funciona como los manuales dicen. Mira los últimos años: cuando el Servel publicó la lista de 203.646 vocales de mesa para las elecciones de 2025, nadie habló de quién los eligió realmente. Fue en una reunión de jefes de partido, en una picantería de Ñuñoa, donde se acordó quién iba a estar en cada mesa, y quién iba a ser excluido. No fue un sorteo. Fue un acuerdo. Y eso pasa en todas partes: en Concepción, en Antofagasta, en Valparaíso. Las picanterías son el filtro invisible que decide quién tiene voz y quién no.

Y no es solo sobre votos. La redes de influencia, los vínculos personales, familiares y económicos que mueven decisiones sin necesidad de leyes son el verdadero motor. Cuando Universidad de Chile pidió 5 millones por Lucas Assadi, no fue solo un precio de mercado. Fue una señal: alguien en la picantería le dijo a la directiva cuánto podían pedir, y a quién le convenía pagar. Cuando el Metro de Santiago detuvo la Línea 1 por una persona en las vías, no fue un accidente aislado. Fue una prueba: ¿cuánto tiempo tarda la respuesta si alguien en el poder lo pide? La picantería política responde esas preguntas antes de que el comunicado salga.

En la picantería política no hay cámaras, no hay micrófonos. Pero ahí se deciden las elecciones de 2025, las reformas que nunca se anuncian, los cortes de agua en La Florida, los nombres que suben y los que caen. No es corrupción. Es sistema. Y tú, sin darte cuenta, ya lo vives. Cuando te enteras de que una mujer emprendedora ganó un premio por sostenibilidad, o que Katia Itzel García dirigió un partido del Mundial Sub-20, detrás hay alguien que decidió que eso fuera posible. Y esa decisión no se tomó en una sala de reuniones. Se tomó en una mesa con tinto y empanadas.

Lo que encontrarás aquí no son titulares. Son las piezas que faltan. Los nombres que no aparecen en los informes. Las alianzas que no se firman en papel. Las decisiones que no se anuncian, pero que cambian todo. Aquí no hay teorías. Solo lo que pasa cuando nadie está mirando.