Las elecciones de Venezuela 2024, un proceso electoral marcado por tensión política, movilizaciones y dudas sobre su legitimidad internacional. También conocido como el plebiscito presidencial de 2024, fue el momento clave en que el país decidió si extendía el mandato de Nicolás Maduro o abría una puerta a un cambio real. Esta votación no fue solo un acto formal: fue un espejo de una sociedad dividida, con millones de venezolanos fuera del país, otros bajo presión para votar, y muchos más que decidieron no participar por desconfianza.
El Consejo Nacional Electoral (CNE), la entidad encargada de organizar y validar los comicios en Venezuela anunció resultados con poca transparencia: Maduro obtuvo el 51% de los votos, según ellos. Pero la oposición venezolana, un frente fragmentado que incluyó a figuras como María Corina Machado y Edmundo González rechazó esos datos desde el primer momento. Organizaciones como la Mesa de la Unidad Democrática y observadores independientes, como la UE y la OEA, dijeron que no había garantías de limpieza: se reportaron cierres de centros de votación, listas de electores manipuladas, y un entorno de miedo que silenció a muchos.
Lo que nadie puede negar es que estas elecciones marcaron un punto de inflexión. No porque haya habido un cambio de gobierno —eso no pasó—, sino porque la oposición logró movilizar a más personas de lo esperado, incluso sin candidato único. La abstención fue masiva: se estima que más de la mitad de los votantes registrados no fueron a las urnas. Y eso, en un país donde el voto es obligatorio en teoría, es una señal fuerte. El mundo miró, pero no intervino. Los vecinos de América Latina se dividieron: algunos reconocieron los resultados, otros los ignoraron. Estados Unidos y la Unión Europea impusieron nuevas sanciones, pero no lograron detener el proceso.
Lo que viene ahora no es otra elección. Es una lucha por la supervivencia: la economía sigue colapsando, la migración continúa, y la gente común busca formas de sobrevivir sin depender del Estado. Mientras tanto, los líderes de la oposición siguen intentando unificar fuerzas, aunque muchos ya no creen en las urnas como solución. Las elecciones de Venezuela 2024 no decidieron el futuro del país. Pero sí dejaron claro que el pasado ya no funciona. Lo que sigue no se resolverá con votos. Se resolverá con presión, resistencia, y tal vez, con el tiempo.
Abajo encontrarás artículos que explican cómo se vivió este proceso en la calle, qué dijeron los actores clave, y cómo afectó a quienes están fuera de Venezuela. No son solo noticias: son testimonios de una crisis que sigue creciendo.
27 jul
2024
Las elecciones presidenciales de Venezuela de 2024, programadas para el 28 de julio, son cruciales para el futuro democrático del país. A pesar del Acuerdo de Barbados sobre Condiciones Electorales, el proceso no será libre ni justo debido a restricciones impuestas por el gobierno autoritario. La transparencia depende de observadores y la comunidad internacional desempeñará un papel clave.