20 ago
2025
Un equipo colombiano volvió a encontrar su mejor versión en una noche brava de Buenos Aires. Once Caldas derrotó 3-1 a Huracán en el Estadio Tomás Adolfo Ducó y cerró la serie de octavos con un rotundo 4-1 global que lo deposita en los cuartos de final de la Copa Sudamericana. Lluvia, viento y un partido áspero no frenaron a los de Manizales, que supieron cuándo golpear y cómo sostenerse cuando el trámite se calentó.
La llave se había abierto en Colombia con el 1-0 de la ida gracias a un penal convertido por Dayro Moreno, pese a la gran noche de Hernán Galíndez, figura de Huracán en Manizales. Con esa ventaja corta, el equipo de Hernán Darío Herrera viajó a Parque Patricios con una idea simple: no desordenarse, jugar corto, morder en la mitad y salir rápido a la espalda de los laterales locales. El plan funcionó.
La vuelta, disputada el 19 de agosto de 2025 bajo un cielo cargado, arrancó con señales claras: Huracán quiso imponerse con posesión y empuje, y Once Caldas aguardó en un bloque medio-bajo, paciente, sin regalar metros entre líneas. El campo pesado recortó ritmo, y cada choque se sintió. El brasileño Paulo Cesar Zanovelli da Silva, árbitro del encuentro, tuvo que intervenir seguido para enfriar roces y marcar límites con varias amarillas.
Con el reloj corriendo y el local obligado a arriesgar, el visitante encontró el primer quiebre. Minuto 38: Matko Miljevic, flotando entre centrales y volantes, atacó un pase filtrado y definió con calma para el 0-1. La estocada tuvo efecto inmediato. Apenas un minuto después, Dayro Moreno cazó un balón en el área y, con la frialdad de siempre, firmó el 0-2. Dos golpes en un minuto, dos mazazos que dejaron al Globo tambaleando al descanso.
En el segundo tiempo, Huracán fue con orgullo. Kudelka movió el banco para sumar piernas y velocidad por fuera. La respuesta de Once Caldas fue meter pausa cuando tocaba y acelerar cuando el rival quedaba partido. Al 64 (19 del complemento), Michael Barrios atacó el espacio como un puñal y definió cruzado para el 0-3 parcial. La serie, a esa altura, estaba resuelta.
El descuento del conjunto argentino llegó en el tramo final, más por ímpetu que por claridad. Sirvió para lavar la imagen, no para cambiar un guion que ya tenía dueño. El 1-3 selló una noche en la que Once Caldas mostró lo que a veces vale más que la tenencia: orden, momentos y jerarquía en el área rival.
¿Qué explicó la diferencia? Eficacia y oficio. El equipo de Herrera soportó la primera media hora sin pasar grandes apuros, eligió bien sus batallas y dañó cuando el partido se abrió. La lluvia y el viento complicaron controles y pases largos, pero los colombianos convivieron mejor con el contexto: un toque menos, una conducción más corta, y lanzamientos medidos a la espalda del lateral que subía.
Dayro, el veterano que no negocia su olfato, fue otra vez decisivo: gol en la ida para abrir la serie y otro en la vuelta para enfriar el ambiente cuando todavía había margen para la duda. Miljevic marcó el camino con ese 0-1 que desordenó a Huracán, mientras Barrios, desde la banda, castigó cada metro libre. Detrás, la zaga cerró líneas y el mediocampo ganó segundas pelotas en una zona donde se definen copas.
Del lado local, la película fue distinta a la de Manizales. En la ida, Galíndez había salvado al Globo varias veces. En su casa, con el resultado en contra, el equipo de Kudelka generó ráfagas, pero le faltó finura en la última jugada. Cuando encontró carriles, chocó con coberturas y despejes a tiempo. Y cuando perdió la pelota con mucha gente por delante de la línea del balón, quedó expuesto a transiciones que se pagaron caro.
El arbitraje, exigido por múltiples faltas y choques, dejó discusiones menores y varios momentos calientes entre camisetas. No hubo incidentes que ameritaran suspensiones, pero el tono del duelo fue el típico de una serie sudamericana: fricción, protestas y nervios que suben con cada minuto que se va.
El premio es grande y va más allá del marcador. Once Caldas espera rival del cruce entre Independiente del Valle y Mushuc Runa, un duelo ecuatoriano que implica dos escenarios muy distintos. Si toca Independiente del Valle, se viene un equipo pulido en la posesión, intenso en la presión tras pérdida y acostumbrado a competir afuera. Si aparece Mushuc Runa, la historia cambia: bloque bajo, sacrificio y una localía de altura que exige administrar esfuerzos y tiempos.
Para Herrera y su cuerpo técnico, la semana posterior a una clasificación así mezcla recuperación, gestión emocional y libreta en mano. El calendario aprieta, el desgaste de un partido físico bajo lluvia no es menor, y los detalles cuentan: cargas, microlesiones, una amarilla de más que puede condicionar la nómina. La rotación no es un capricho, es una póliza para llegar con piernas a cuartos.
En lo futbolístico, la llave dejó señales para sostener. La línea media, junta y sin distancia entre volantes, blindó la frontal del área. Los laterales eligieron bien cuándo pasar, y el equipo no se desarmó al atacar. Las transiciones de Barrios y las recepciones entre líneas de Miljevic fueron el atajo al gol cuando Huracán quedó largo. Y la lectura de Dayro, moviéndose al segundo palo o cayendo unos metros para atraer marcas, volvió a ser una brújula.
También hay tareas por ajustar. En el arranque del segundo tiempo, con el 0-2, el equipo cedió metros y dejó algunos centros que pudieron complicar. Contra rivales que manejan mejor la pelota, esos diez o quince minutos de aire pueden costar. Reducir faltas innecesarias cerca del área y limpiar salidas en corto bajo presión serán detalles clave en la próxima ronda.
En lo institucional, la clasificación trae oxígeno. La Sudamericana reparte premios por fase y expone al plantel en un escaparate distinto. Para un club que sabe lo que es trascender continentalmente y que levantó la Libertadores en 2004, volver a cuartos no es solo nostalgia: es un paso concreto para reconstruir una identidad competitiva, enganchar a la gente y llenar el estadio en la siguiente localía.
Del otro lado, Huracán asimila el golpe. El Globo había mostrado oficio en la ida, supo sobrevivir a la altura y llegó al Ducó con la esperanza de remontar. Faltó contundencia y sobró exposición atrás cuando la urgencia apretó. La eliminación obliga a reacomodar el foco en el torneo local, recuperar piernas y, sobre todo, volver a encontrar asociaciones cerca del área que conviertan dominio en goles.
En el vestuario de Once Caldas el mensaje fue sobrio: partido bravo, plan cumplido y cabeza en lo que viene. Nadie se engaña. Los cuartos elevan el listón: más ritmo, más atención a la segunda jugada, más precisión en el área. El equipo ya entendió que no necesita monopolizar la pelota para mandar en la serie. Necesita, sí, reconocer el instante en que se define un cruce y no perdonarlo.
Claves del pase a cuartos:
La Copa Sudamericana suele premiar a los equipos que se adaptan. En Parque Patricios, el conjunto de Manizales demostró que aprendió la lección: competir es leer el clima, el rival y el momento. Hoy el pasaje dice cuartos de final. Falta camino, pero la brújula apunta en la dirección correcta.
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